Ausencia de ti

Mi Mar
Mi Mar

 

Tendrás de cobijo
a la mar
azul brillante
para los días tristes;
en verde esperanza
para ti se pintará
cuando en ella pierdas
la mirada
y tu rostro dibuje,
una vez más,
tu hermosa sonrisa
de niña.

Yo te espero
mi amor,
sentada aquí,
junto al fuego,
con la mirada ausente
perdida en tu recuerdo.

Esta noche le pediré
a nuestra media luna
y a la estrella que la guía
que alguna vez
te abrace en mi nombre
y te bese
como una madre lo haría (…)

Mj Sierra, @Navegando azules

Había pensado decirte

Habia pensado decirte

Había pensado decirte
que te quedaras
para siempre
acunando mis noches,
que no te alejarás jamás
del vértice
que a veces encaja
en nuestro puzzle.

Pero te has diluido
como una estela
en dirección norte,
con las alas extendidas
y el corazón seco,
hacia no sé dónde.
Y así, mi vida,
no acierto a encontrarte.

Sé que lo haces
deliberadamente
para ver, quizá,
hasta qué punto
mi instinto es capaz
de dibujarte
y mi alma decide,
una vez más,
correr tras de ti
para seguir amándote.

Esta vez me he quedado
quieta, estanca,
con la brisa en contra,
la mirada firme
y el alma rota.

El azul infinito del horizonte
está quemando
mis sombras.
Y las olas me traen
en susurros
un último aliento
que se posa en la arena,
moja mis pies
y se impregna
en mis maneras:
¡No mires más atrás,
camina,
no te pares,
siempre hacia adelante!

Mj Sierra, @Navegando azules
13 de Noviembre 2012, 12: 59

Capital de la Poesía, José G. Ladrón de Guevara

OPINIÓN, IDEAL (lunes 03.09.2012)

La Columna del Búho

Capital de la Poesía

JOSÉ G. LADRÓN DE GUEVARA
******* 

Dicen que vivimos malos tiempos para la lírica. Puede ser. Pero yo veo que, no obstante, crece, y ‘exponencialmente’, que es la palabra de moda, la población de poetas y poetisas, proliferando como setas en los bosques tras las primeras lluvias otoñales, tan fértiles como románticas. Me refiero al territorio granadino, pero supongo que será lo mismo por el resto de los predios nacionales. Poetas por doquier. Recitales. Poemarios. Prólogos. Presentaciones. Biografías. Récord de ventas. Antologías. Obras completas. Traducciones al ruso. Festivales. Concursos. Premios. Floripondios. Yo calculo que más de un noventa y cuatro por ciento de la población granadina, de los tres sexos, se dedica a escribir versos, más o menos libres, en sus ratos de ocio, cuando se enamoran, se les muere el gato o simplemente se aburren. La mayoría los publica, por su cuenta y riesgo, y algunos llegan a vender media docena de ejemplares. Lo cual ya es un éxito insólito.

Llegar a ser ingeniero aeronáutico, o un afamado neurocirujano, requiere tanto unos complejos estudios  previos como unas prácticas constantes, siempre mejorables, pero considerarte poeta puedes decidirlo de la noche a la mañana, de súbito. Sin necesidad siquiera de matricularte en la Facultad de Filosofía y Letras, departamento de Poesía Hispánica. Te da el ataque, apañas una libreta y un bolígrafo y te pones a la faena. Algo saldrá. Y la cosa es que sale.

Ni el ingeniero ni el neurocirujano pueden ser autodidactas. Lo curioso es que la mayoría de los poetas sí lo son. Y por supuesto, los mejores. Les pongo como ejemplo a Rafael Alberti o  Miguel Hernández, por no remontarnos a lo stiempos de Quevedo y sus compañeros de fatigas. El título de poeta no se consigue estudiando una carrera, ni haciendo unas oposiciones, ni ganando un premio que seguramente ya estaba consignado. Ser o no poeta depende de la poesía que sea capaz de sentir, escribir y publicar el autor que lo sea. En un principio todos pueden ser poetas, y como tales se comportan, pero al final son muy pocos los que verdaderamente llegan a serlo. Y serán sus obras las pruebas irrefutables de su categoría universal. Otra cosa es que la inmensa mayoría de los seres humanos se considere aprendiz de poeta, incluso un  maestro, porque se le recaliente la líbido y se emocione, hasta un punto próximo a la ebullición, cuando piensa en la estructura molecular de la niña de la vecina, a través de un crucero por el Caribe. El oficio de poeta no se aprende en ninguna parte que no sea tu propia intimidad personal. Tenemos el estómago, según Cervantes, como la oficina donde se tramitan nuestros apetitos cotidianos, y el corazón, que es el laboratorio para acrisolar y convertir en palabra poética nuestros sentimientos. No es poeta el que quiere, sino el que puede. Tampoco es una cuestión de cantidad porque lo es de calidad. Hay poetas muy menores con muchos libros publicados y grandes poetas con media docena de poemas conocidos. El gran poeta lo es por lo que escribe y por lo que puede escribir. Ya lo dijo el genial Pablo Neruda:  «Puedo escribir los versos más tristes esta noche». Y el tío los escribió. Lo mismo cuando decía. «ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero». Esa incertidumbre, absoluta y permanente, es otra de las características del verdadero poeta. No saber si estamos viviendo la realidad real, y no se trata de una redundancia, o vivimos una realidad virtual, inventada a medida de nuestros deseos o conveniencias. Creo que la poesía más que una profesión es un oficio. Tal vez una vocación. Un regreso al insondable origen de la vida. Yo digo que la poesía es la distancia más corta posible entre dos personas. El poeta no escribe ni publica sus poemas para decir aquí estoy yo, que soy el único que puede explicaros los misterios del mundo, como son el amor, la muerte, el tiempo, la soledad, lo infinito, el olvido, la belleza o el placer. El poeta es un náufrago que desde una isla desierta envía mensajes para que alguien venga a rescatarlo. Está solo. La poesía es como un vicio solitario. El aire que respira. El mar que le rodea. Lo que pudo ser y no fue. La verdad es que todos tenemos un poco de poetas. Y de locos, según el dicho popular. Pero solamente aquellos que fueron llamados por los dioses, señalados por el destino, obligados por su propia naturaleza, inducidos por sus sentimientos, serán los que accedan al Parnaso de la posteridad. Tranquilos. No empujen.

No estarán los tiempos para dedicarse a la lírica, pero lo cierto es que cada día aparecen más poetas y poetos, peotas y poetisos, entonando sus endechas por las calles de Granada. La ciudad que pretende ser capital universal de la poesía, con su rey coronado, para que olvidemos que fue aquí, precisamente, donde una pandilla de criminales, indígenas, con premeditación, nocturnidad, alevosía y regocijo, asesinaron impunemente a uno de los más grandes poetas universales de todos los tiempos. Tiene que llover mucho sobre Granada para enjuagar las huellas de aquella salvajada. Fue en la madrugada del día 19 de agosto de 1936. Hace ya 76 años. Yo no lo olvido.

La poesía es un arma cargada de Celaya

Poesía Visual, obra de Juan de Loxa en el libro La poesía es un arma cargada de Celaya. Textos de Gabriel Celaya, Marcos Ana, Javier Egea, Eduardo Castro, Carlos Álvarez, Manuel Gerena, Fanny Rubio, Juan de Loxa, Juan José Téllez, Marta Sanz, etc. Dibujos: Andrés Vázquez de Sola

 

La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya