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Leo despierta sobre tus ojos.
Apenas se me duerme la mirada
para perderse en un sueño
de gaviotas y agua salada.
En la distancia percibo los delirios
que acosan sin mesura tus vientos,
alando el espacio, el tiempo a deshora.
Sobrevivo
en el rescoldo estancado
de una brisa que acaricia cada paso
que conquisto sobre tu piel mojada.
Me impregno de tu olor,
de los días que pasan sin llegar
y abruman con silencios las palabras.
Mi pecho resbala sigiloso
por las sombras de tu espalda.
Dejo que me pintes
con la sal que alimenta tus deseos.
Cada instante se desliza hasta el final
en el barranco de mis temores y miedos
como dos gotas de agua sobre un cristal plano,
casi inmaculado, eclipsado por la luz
que despierta implacable mis sentidos.
Septiembre completa el espacio
que se ahueca en mis entrañas.
Afuera, la tormenta se desata.
M. J. Sierra